El desfile fue disuelto a plan de machete y a cachiporra por la policía; pero en horas de la tarde, al develarse un busto del Apóstol en el poblado de Guayos, la misma expresión salía de los labios de aquel adolescente que aún no había cumplido los 15 años de edad.
El Instituto de Segunda Enseñanza, en la ciudad del Yayabo, ayudó a forjar su espíritu rebelde que aumentaba por día.
Cuando la dictadura anunció la idea de dividir la isla mediante un canal marítimo, el nombre de este atrevido muchacho (Elcire Pérez González) apareció entre las 30 firmas estampadas en un documento en Guayos que rechazaba el proyecto del gobierno.
La osada actitud hizo que los firmantes fueran conducidos al Tribunal de Urgencia de Santa Clara. Uno de los acusados negó en el juicio oral su participación en el hecho y la indignación de Elcire fue tanta que agredió físicamente al temeroso suscriptor.
En el momento en que el juez principal daba el veredicto de absolución se alzó su voz para exclamar: “¡Viva Cuba libre! ¡Abajo el canal vía Cuba!
Por su intensa participación en las actividades clandestinas era perseguido constantemente. Ante ese acoso sus compañeros en más de una oportunidad le aconsejaron alzarse en las montañas, pero él se negaba y manifestaba que prefería combatir a la tiranía en su madriguera y que le atraía más la lucha en la ciudad por los riesgos que implicaba.
CAPTURARLO VIVO O MUERTO
Resultaba inminente el peligro de que perdiera la vida, entonces en 1957 la dirección del Movimiento 26 de Julio acordó su traslado hacia la capital del país, donde podría obrar con menos presión. Pero la intensa labor revolucionaria desplegada por él puso en guardia a efectivos militares del régimen y su foto fue circulada entre chivatos con el fin de capturarlo vivo o muerto.
Víctima de una delación, lo condujeron a la Quinta Estación de Policía, cuyo jefe, Esteban Ventura Novo, lo sometió a severas torturas durante 11 días. Luego fue enviado a las mazmorras del Castillo del Príncipe, donde sufrió terribles tormentos que hizo constar, el 4 de febrero de 1958, en un documento que se ha dado en llamar su Carta-testamento:
“Hoy llevo en el presidio alrededor de dos meses y diez días. La historia de estos días es algo que jamás podré olvidar. A pesar de mi corta edad, pues tengo 19 años, no es la primera vez que estoy preso; pero ésta ha sido la más larga y dura de mis prisiones. “Nunca antes me había visto sometido a las torturas de los esbirros como esta vez, cobardemente delatado por un señor que no tenía el más mínimo pudor ni vergüenza…
“Soy un joven preocupado por los destinos nacionales y la única ambición que tengo es la de continuar mis estudios interrumpidos, después que se haya logrado el derrocamiento de la Dictadura. “También aspiro como todo joven a constituir un hogar, tener hijos y vivir decorosamente”.
La circunstancia de haber nacido en un humilde hogar, el 16 de diciembre de 1938, propició que amara con vehemencia a los dos ancianos moradores de ese domicilio. Sobre ellos expresó:
“Tengo dos viejitos a quienes quiero con todas las fuerzas de mi alma y que constituyen mi mayor preocupación en estos momentos, pues pienso si no será demasiado tarde para ayudarlos cuando esto haya terminado”.
ANSIAS DE PERFECCIÓN
Sus más íntimos sentimientos fueron plasmados en el hermoso manuscrito: “Siento bullir en mi mente mil pensamientos diversos. Yo tengo ansias de perfección y de cultura. Todos somos imperfectos, todos cometemos errores.
“El subsanar mis errores, el perfeccionarme, el ser mejor, cultivar mi mente y elevar mi espíritu son mis aspiraciones personales”.
Después de salir de la horrible prisión, en unión de otros compañeros de la clandestinidad, transitaba en auto por calles habaneras. Un carro patrullero se acercó lo suficiente para poder disparar con precisión a los jóvenes, quienes intentaron bajar del vehículo y guarecerse de la metralla, lo que resultó inútil. Caía así mortalmente herido el pequeño gran héroe en el reparto Lawton, de la capital cubana, el 14 de marzo de 1958.
Quienes conocieron a Yiyo, como le llamaban sus familiares y amigos más allegados, lo describen como un joven apuesto, espigado, de ojos negros, perspicaz y muy valiente.
Gabino Bejerano Bernal, un combatiente clandestino que compartió con él momentos de la lucha contra la tiranía de Batista, afirmó: “Él se ganó el respeto de muchos revolucionarios. No sólo movilizaba a jóvenes, sino también a hombres maduros que lo seguían, porque era un verdadero líder. Siempre estaba ideando alguna operación, apenas terminaba una acción comenzaba otra a favor de la Patria. Esa actitud lo llevó a ser designado coordinador del Movimiento 26 de Julio en Guayos, donde fue muy querido por su pueblo”.
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