La situación geográfica de Sancti Spiritus y la calidad humana de muchos de sus hijos hicieron que la Dirección Nacional del Directorio Revolucionario 13 de Marzo escogiera a esa ciudad como centro conspirativo a finales de 1957, con el propósito de crear un frente guerrillero en la zona del Escambray.
En esa efervescencia patriótica una pequeña vivienda de la calle Dolores se convertía por aquellos días en el Cuartel General del Movimiento Clandestino.
¿Y quiénes eran los moradores del modesto hogar, situado casi en las márgenes del río Yayabo?.
Horacio Piro Abréu, coordinador del "13 de Marzo", después de la caída en combate de Enrique Villegas narra en su libro Memorias de la Clandestinidad:
... es necesario hacer un paréntesis para señalar a una familia de héroes, de bravos, una familia de verdaderos revolucionarios, de Maceos, de una sencilla familia que siempre recordaremos con la mayor admiración y con el más profundo de los cariños; la familia Suárez Orozco: María Josefa, Belén, Consuelo, Gaby y la viejita madre.
Es para allí, donde trasladamos el centro de operaciones.
Lugar de contacto, de reuniones, guías de la Sierra que traían sus mensajes, donde se escriben folletos, donde hay ir y venir constante de compañeros, armas, medicinas, ropas, etc, todo pasaba por allí. Hablar del Frente del Escambray, del Directorio, es asociarlo a aquella familia ejemplo.
SANGRE REBELDE EN LAS VENAS
Ernesto Suárez nunca militó en el Partido Socialista Popular allá en Mayajigua, donde vivía hasta finales de la década del 40, pero sí se vinculó estrechamente a la Dirección del Partido a tal punto que cotizaba como un miembro más. Siempre abrazó las ideas de libertad y era un profundo admirador de la Revolución de Octubre.
Delia de Orozco odiaba con todas las fuerzas a la tiranía machadista y el haber nacido un 7 de diciembre, día de la muerte de Antonio Maceo, le hacía sentir feliz, hecho que esgrimía con orgullo de buena cubana.
Luego del traslado de la familia a Sancti Spiritus los cuatro muchachos, ya más crecidos y por influencia de sus padres, habían ganado conciencia revolucionaria. La temprana muerte de Ernesto les hizo huérfanos de su progenitor, pero no de las ideas fomentadas en ellos por el matrimonio y que ahora encauzaría la madre.
Paulatinamente y heredado de las líneas materna y paterna el espíritu rebelde iba ganando madurez en los adolescentes, quienes por distintas vías se vincularon al dirigente estudiantil Enrique Villegas. María Josefa (la mayor) y Consuelo lo conocieron en el Instituto de Segunda Enseñanza; Belén, en la Escuela de Comercio y Gabriel, a través de Ernesto Valdés Muñoz (Valdesito) quien fuera más tarde un destacado capitán del Ejército Rebelde.
Hora a hora, día a día se iba gestando en aquella casa una actividad cada vez más comprometedora. Primero fue la participación en los mítines estudiantiles, las protestas en plena calle contra el régimen y luego vendrían acciones de mayor audacia y coraje.
María Josefa evoca muchos de los lejanos instantes en el tiempo, pero cercanos en su memoria: "Cualquier análisis que se haga de nuestra lucha contra la tiranía batistiana tiene que partir del febril movimiento en Sancti Spiritus. Nuestra familia no constituyó un caso aislado. Otras muchas se vincularon con fervor a la causa revolucionaria.
"Hoy no puedo olvidar, por ejemplo, a las hermanas Brizuela: Gladys y Ana Lidia, muchachas activas y valientes..."
Es inevitable su emoción al recordar algunos de los hechos más notorios, por eso sus ojos reflejan un brillo peculiar cuando nombra a compañeros asesinados como Ramón Pando Ferrer, coordinador del "13 de Marzo" en la otrora provincia de Las Villas.
"Había algunas personas que, por moralidad, nos criticaban al andar paseando (aparentemente) en automóviles con hombres, pero no sabían que lo hacíamos para burlar a los esbirros en el cumplimiento de nuestras misiones.
"En los primeros días de 1958 se nos comunicó que debíamos apoyar a la expedición del grupo de exiliados que venía desde Miami para crear el frente guerrillero. Nuestra tarea consistía en facilitar su llegada y tratar de que no tuvieran contratiempos a fin de internarse en las montañas.
"En parejas, simulando una relación amorosa Gladys y yo, en unión de dos compañeros salíamos a vigilar los movimientos de tropas. En Banao había una bodeguita que por las noches funcionaba como bar; allá íbamos, nos sentábamos a "compartir" y desde allí veíamos qué hacían los soldados, quiénes entraban y salían del cuartel, etc.
"Fueron días de esfuerzos por parte de todos los que debíamos garantizar la organización y llegada de los expedicionarios, quienes desembarcaron en Nuevitas y arribaron felizmente a la Sierra el 13 de febrero por la zona de El Pinto, cerca de Banao".
Aquel puñado de mujeres no perdía tiempo en su actividad conspirativa. Hasta la moda de la época aprovechaban en beneficio de la Revolución, porque debajo de sus largas y anchas faldas almidonadas trasladaban mensajes, folletos, municiones y armas.
"Un día -rememora María Josefa- portaba varios ejemplares del periódico Escambray con destino a la Comandancia, pero en Trinidad recibí la orden del Comandante Faure Chomòn de no subir porque se movían tropas de la tiranía en esa dirección. Entonces regresé con mi maletincito lleno de documentos.
"La máquina de alquiler en que viajaba fue detenida en la carretera por una patrulla e inmediatamente se procede al registro. Cuando me tocó a mí le dije al guardia, con mirada suplicante: Mire, lo que traigo en el neceser es ropa interior sucia y me da pena que usted la vea... Por suerte accedió a mi petición".
En su hogar también radicó la redacción del periódico que en más de seis meses circuló de manera clandestina por varias provincias y llegó, vía correo, hasta el corazón del imperio. María Josefa fue la directora del órgano de prensa.
En otras arriesgadas acciones se enroló esta cuarteta de jóvenes, como en la vigilancia nocturna a la casa del capitán batistiano Ramón Mirabal, con el objetivo de ajusticiarlo para que pagara los crímenes cometidos contra valiosos jóvenes espirituanos; pero el hecho no pudo consumarse porque en la hora cero parece que se la olió y no se presentó a su hogar como de costumbre.
En los últimos cinco meses de 1958 la dictadura arreciaba su persecución y atropellos en una ola de terror ante el empuje de las fuerzas rebeldes que en distintas partes del país le asestaban demoledores golpes.
Cierto día un disparo casual puso sobreaviso a la policía de que algo raro estaba ocurriendo en el hogar de los Suárez Orozco. Piro Abréu rápidamente adoptó medidas y al considerar la vivienda muy peligrosa desprendió la persiana de aluminio del cuarto posterior para ponerla y quitarla en caso de registro a fin de evitar la detención de algún compañero.
"En una ocasión me hiero en la mano con un vaso y salgo a la calle con manchas de sangre. Alguien me vio y pensó que se trataba de un herido escondido en casa, denunció y al llegar la policía nosotras estábamos en el cuarto con dos compañeros del Movimiento.
“Mi mamá se asomó a la ventana y pudo percatarse de la situación, entonces le dijo a los "visitantes" que aguardaran unos segundos porque las niñas estaban en ropa interior. Nos avisó y los compañeros pudieron escapar, en menos de un minuto guardamos todas las cosas comprometedoras en el pequeño mueble de doble fondo que teníamos con ese propósito".
“Montamos una escenografía de películas. Gladys se encontraba allí y simuló estar planchando y nosotras conversando muy normal. Ellos se fueron desconfiados pero no pasó nada. Así eran aquellos días: de susto en susto".
El acoso continuaba por lo que Gaby (fallecido en accidente del tránsito en la década del 80) tuvo que alzarse. El 22 de octubre se efectúa el segundo registro, esta vez de manera brutal y de nuevo Gladys exhibe su temple y sangre fría al extraer de la morada, dentro de una olla de presión, un grupo de documentos y pudo escurrirse entre los esbirros llegados en cinco carros patrulleros. María Josefa apenas logró esconder, en una caja de zapatos, varias escrituras que situó en la máquina del refrigerador.
A Belén y a Gaby no pudieron llevárselos porque estaban en la Sierra del Escambray, pero sí a las dos hermanas, lo que provocó gran manifestación popular a lo largo y ancho de la calle Dolores, gesto solidario que les dio valor y confianza a las jóvenes apresadas.
Por temor a la reacción del pueblo fueron trasladadas al Escuadrón 31 y luego a la cárcel, en Santa Clara. Allí desafiaron vejaciones e intimidaciones, hasta el 30 de diciembre en que se combate por la toma de la ciudad y ellas junto a otros presos lograron escaparse debajo de la metralla e incorporarse junto a sus compañeros de armas que luchaban en el Escuadrón para derrocar a la tiranía.
Así de "sencilla" es la historia de esta familia maceista, como la bautizara el Comandante del Ejército Rebelde Faure Chomón Mediavilla; una familia que convirtió el sacrificio y el peligro en vocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario