miércoles, 13 de octubre de 2010

Así era Enrique Villegas...


Para sus amistades, familiares y otros allegados Enrique Villegas Martínez era el revolucionario cabal, el rebelde por naturaleza, el joven humano capaz de darlo todo; pero para la soldadesca batistiana era un revoltoso, un "fantasma" que le daba muchos dolores de cabeza.

Rolando Castro Cortés, uno de sus compañeros en el Instituto de Segunda Enseñanza, lo recordó así:
"No había huelga u otra manifestación contra la dictadura en este pueblo en la que no estuviera presente. En dos ocasiones ayudó a declarar ciudad muerta a Sancti Spíritus.
"Cierto día le hicieron un atentado a Octavio Michelena, el director del Instituto, y aunque Enrique era inocente cargó con la mayor culpa. A finales de 1949 varios alumnos tomamos el centro estudiantil, se nos hizo un consejo disciplinario y nos separaron de la escuela. El hizo una fuerte protesta, porque nunca se quedaba callado."
En el acta del proceso llevado a cabo contra los 10 estudiantes que interrumpieron las clases se exponía:
...Sentada en el vestíbulo la Directora oyó a Villegas que lanzaba la siguiente amenaza: “Si yo tengo que irme de este Instituto me llevaré antes a algunos en la golilla...”
"El -expresa Castro- no tenía miedo. Después de participar en cualquier jugarreta contra la dictadura venía para la casa y se quedaba como si nada hubiera pasado. Muchas veces, a la luz de una bombilla, que prendía a la entrada del hogar, se ponía a leer obras martianas y allí venían a detenerlo. Con sangre fría les decía a los ‘visitantes’ que lo esperaran un momento para guardar el libro. Rápidamente regresaba y sin asustarse expresaba: Bueno, podemos irnos.
"En un desfile martiano quiso poner una ofrenda floral ante el busto del Apóstol que estaba en el parque. La policía se enteró y trató de impedir el acto, para ello se situó una cuadra antes de llegar al lugar; pero Enrique se imaginaba eso y ordenó hacer dos grupos. Uno que se desviaría por la calle Hernández Labori para distraer a los carros patrulleros y otro, donde marchaba él, llegaría por la avenida Marcos García hasta el lugar de destino para depositar la corona.
“Así lo hicimos y cuando la policía vio desviarse al primer grupo corrió hacia la estatua de Judas, momento que aprovechó Enrique para burlar la vigilancia.
"También era muy humano. En una ocasión llegué al Instituto al amanecer y lo encontré acostado sobre una mesa del local que tenía la Asociación de Alumnos, de la cual era su presidente, y al preguntarle por qué estaba allí me dijo que había dado su cama a una gente que no tenía donde dormir."
Josefa (Fina) Repetti Arteaga, vecina allegada al joven revolucionario, evocó vivencias que, igualmente, caracterizan al carismático líder:
"Esta casa era punto de contacto de sus reuniones clandestinas. A veces me daban miedo las cosas que hacía y sonriendo me manifestaba: ‘No seas cobarde vieja, tú verás que no pasa nada.’
"Un día le prendió candela al aserrío de la esquina con fósforo vivo. Entró corriendo y me dijo que no me preocupara. Me invitó a sentarme junto a él en la puerta. La gente corría hacia allá y él haciéndose el bobo preguntaba qué había sucedido. En eso llegaron los guardias y los bomberos; él, irónicamente gritó: ¡Viva Batista!. Se burlaba de los esbirros en su cara sin temor a nada.
"Aquí al frente estaba el bar de Mario Surera. Por las noches los guardias venían a llevarse parte de la recaudación de la bolita y a tomar ron. Me decía en alta voz: cualquier día de éstos se las pelo. Yo me asustaba y él se reía."
La actividad revolucionaria de Enrique se acrecentaba diariamente y con ella, la persecución de los cuerpos represivos. Varias veces estuvo detenido y durante nueve meses guardó prisión en Santa Clara. A finales de diciembre de 1957 decide partir para las montañas.
Justamente al cumplir un mes de vida guerrillera caía en desigual combate. En el libro Memorias de la Clandestinidad, el destacado dirigente del Directorio Revolucionario 13 de Marzo Horacio (Piro) Abreu plasmó la pérdida de su querido jefe:
Enero 25 de 1958. Día de consternación, de dolor, de lágrimas para todos nosotros. Una emisora de la provincia daba la noticia de la muerte de un guerrillero en el Escambray.
Uno de los esbirros no escatimó para rematarlo cuando herido y en estado de inconsciencia balbuceaba el nombre de Mayra, su querida hija.
Algunos vecinos de Güinía de Miranda recogieron el cadáver y le dieron sepultura al aguerrido Capitán, ascendido póstumamente al grado de Comandante del Ejército Rebelde.
Compañeros del Directorio 13 de Marzo rinden homenaje
póstumo al Comandante Enrique Villegas en el cementerio
de Guinía de Miranda, sitio donde fue sepultado en 1958

1 comentario:

  1. mi tio, igual que mi padres, un anti-communista. Viva Cuba libre, "el dia llegara" Abdala

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